La enfermedad de Parkinson se origina por un déficit de dopamina, una sustancia generada por el sistema nervioso (neurotransmisor). Esta falta de dopamina también puede generar trastornos depresivos o trastornos de ansiedad.
Ahora bien, además del déficit de dopamina, una enfermedad como el Parkinson, por los síntomas que genera y por todo lo que implica, conlleva un cambio total y no deseado en la vida del paciente. Esto, ya de por sí, puede conducir a la persona a un desequilibrio emocional y generar o reforzar, nuevamente, trastornos del estado de ánimo como los trastornos depresivos o los trastornos de ansiedad.
Esto lleva a una conclusión muy importante: las personas que sufren de Parkinson necesitan también atención psicológica o psicoterapéutica. La depresión y la ansiedad son problemáticas que dificultan gravemente la adaptación de las personas a las dificultades, pueden empeorar las enfermedades con las que aparecen asociadas (en este caso, el Parkinson), y arruinan la calidad de vida de quienes las sufren. Es importante no limitarse al plano médico y pensar en el apoyo psicológico, especialmente cuando es evidente que hay problemas en este nivel.
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