Me encontré con esta imagen rondando por ahí:
Bueno, ¿qué decir? La verdad es que quienes me conocen saben que yo no soy muy entusiasta de andar viajando y me tildan de "aburrido" por ello. No es que me disguste viajar, pero la verdad es que tampoco voy por la vida pensando o deseando eso intensamente. La verdad que cuando lo hago la paso bien, pero francamente no es una actividad que me interese lo suficiente como para tenerla presente, lo que tal vez sea un "error" mío. ¿Por qué digo esto? Porque por ahí hay investigaciones o reflexiones interesantes que permiten concluir que el hecho de salir de nuestro espacio habitual y aterrizar o transportarnos a otro distinto, o completamente distinto, según sea el caso, implica que todo nuestro sistema biológico haga un esfuerzo para adaptarse, lo cual lo pone en movimiento, lo enriquece, lo cuestiona.
Esto es algo que podemos reconocer fácilmente apelando a nuestros recuerdos. Yo por ejemplo recuerdo que en un lugar al que fui me costó mucho adaptarme a las normas viales del sitio. Literalmente me mareaba en los cruces de avenidas y tenía que esforzarme para actuar como se debía. ¿Qué es lo que sucedía ahí? Pues que mi sistema nervioso central estaba haciendo un enorme esfuerzo por adaptarse a una realidad nueva que presentaba algunos cambios. Y esto es genial porque al conseguir adaptarme a estas nuevas características, mi sistema nervioso central ganaba plasticidad, hacía neurogénesis, se fortalecía, y entonces, luego del periodo fuera de casa, regresé a mi espacio habitual enriquecido por la experiencia nueva.
A lo que voy es a que viajar es saludable, ¡muy saludable!
El olvido y el escapismo: una visión pervertida de los viajes
Ahora bien, ¿qué pasa con esta imagen? Lo que sucede es que, a diferencia del viajar, esta imagen no tiene nada de saludable. ¿Por qué? Pues porque resulta que se desea "olvidar" los caminos anteriores. ¿Alguien se acuerda de aquel dicho que reza "una nación que olvida su historia está condenada a repetirla"? Pues lo mismo se aplica a los seres humanos. Un ser humano que desconoce su historia, que no piensa en su historia, que escapa de ella, que la pretende olvidar, está condenado a repetirla, con los mismos errores, con las mismas metidas de pata, con las mismas malas jugadas.
Muchísimas veces he escuchado a las personas a mi alrededor, sea en consulta o sea en mi vida diaria, decir que quieren viajar para escapar, para olvidarse. Y aquí no hablamos de hacer un paréntesis, como cuando quiero "olvidarme por un tiempo de todo", que es muy distinto; a eso se le llama descanso, recreación, eso es otra cosa. A lo que me refiero es a aquellos viajes en los que la persona realmente pretende olvidarse, no por un tiempo, sino olvidarse de verdad de las cosas, escapar, huir, dar la espalda, no enfrentar ni, por ende, solucionar nada.
Viajar fortalece el corazón, pero no por el olvido
¿Qué dice el meme, o como quiera llamársele? Pues esto: "dicen que viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior". Pues es cierto, algunos dicen esto, lo que vendría a ser lo mismo que decir en el siglo XIII "dicen que la Tierra es cuadrada". Vamos, la proposición es verdadera, pues es lo que dicen. Ahora, de ahí a afirmar que eso que dicen es correcto, es otra cosa.
Veamos lo que dicen, entonces. La primera parte ("viajando se fortalece el corazón") es cierta, como intenté ilustrar arriba, y por ello es que digo que tal vez mi poco interés en los viajes no sea algo muy positivo para mi vida. No pretendo que obsesionarme con ello sea sano, pero sí me convendría más interesarme un poquito más en una actividad tan enriquecedora.
Pero, bueno, con respecto a la segunda parte ("... pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior"), solo puedo decir que eso se llama "escapismo" y "evitación", además que es categóricamente falso.
Olvidar: el sueño imposible que debilita el corazón
Muchas personas desean olvidar, lo que no es conveniente porque es de la memoria de la que se nutre el aprendizaje. En situaciones normales, los fracasos y las malas experiencias, siendo aprovechadas adecuadamente, nos fortalecen y nos indican por qué caminos NO hay que ir, nos revelan verdades incómodas pero sumamente ricas, tienen el poder de llevarnos o acercarnos a alcanzar nuestros éxitos, de la misma forma que las caídas enseñan a un niño a caminar. Incluso hay experiencias terribles, ya fuera de lo normal, que también han tenido el poder de darle un sentido extraordinario a las vidas de las personas resilientes que han conseguido beneficiarse de ellas.
Retomando, muchas personas desean olvidar. Digo que en situaciones normales esto no es conveniente, a lo que debo agregar que, además de inconveniente, es sencillamente imposible. No hay olvido. A veces creemos que olvidamos, pero en realidad no olvidamos nada y en el fondo seguimos sufriendo. Lo único que hacemos es meter la basura debajo de la alfombra. Así visto de afuera se ve muy bonito, parece que no hay basura, nos olvidamos de ella, pero la verdad es que apesta, porque cuando escondemos basura apesta a podredumbre, a pesar de que a simple vista no se ve dónde la tenemos guardada.
Esto explica cómo tantas veces podemos ver a estos viajeros con ansias de olvidar, cómo regresan igual o peor que antes, o se convierten en migrantes para descubrir que allá afuera siguen sufriendo. Si la persona consigue creer que ha olvidado, pues peor, porque con el supuesto olvido ya no hay aprendizaje en serio, o, peor aun, el sufrimiento escondido debajo de la alfombra se pudrirá lo suficiente como para afectar el cuerpo físico, porque así suele suceder, si no nos permitimos pensar, sufrir, llorar, hablar, hacernos responsables de nuestros rollos, recordar y aprender con el cerebro y con los sentimientos, podría ser nuestro cuerpo el que tome la posta y convierta ese sufrimiento en alguna enfermedad.
Viajar para enriquecerse, no para olvidar
Hay que viajar para enriquecernos, no para olvidar; hay que brindar con los amigos para fraternizar, para celebrar, no para olvidar; hay que ver televisión para recrearnos en algo que nos guste, para descansar, para dejar que se nos cuente algo, no para olvidar otra cosa; hay que jugar un videojuego porque nos encanta su trama, porque nos encanta el reto, porque queremos divertirnos con amigos a los que les gusta el mismo juego, no para olvidar y evadirnos de la vida; hay que ir de compras porque queremos darnos el gusto, porque queremos engreírnos un poco, porque es agradable satisfacer una necesidad de manera divertida, no para olvidarnos de nuestras carencias y disolvernos en el consumismo.
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