6 mar 2015

El terror a lo psicológico


 
Al parecer, por lo general, a las personas nos resulta mucho más fácil comunicar nuestros asuntos de salud física o nuestras dolencias corporales, en comparación con nuestros sentimientos.

Las respuestas clásicas podrían ser: "es que nadie me escucharía" o "me van a juzgar" o "eso implica abrirse y me da vergüenza".

El asunto de fondo podría ser que las personas no deseamos profundizar en nuestros sentimientos, en nuestros afectos, en nuestras historias o en nuestros mundos internos. Hay incluso quienes niegan su importancia, especialmente los hombres.

Esto podría explicar por qué es que igualmente a las personas nos puede resultar mucho más sencillo ir a visitar a un médico que a un psicólogo o psicoterapeuta, o por qué las personas podemos ir tranquilamente durante años a que nos hagan una ortodoncia, pero no aguantamos unas cuantas semanas de psicoterapia.

Lo lamentable de esta realidad es que mantener una salud emocional óptima, no sólo nos mantiene mejor mental y físicamente a nosotros mismos, sino que optimiza la salud de nuestra descendencia, pues mientras menos problemas emocionales tengan los papás, menos problemas habrán en la crianza de los hijos, que, a su vez, crecerán y repetirán el patrón saludable con sus propios hijos, y así sucesivamente. Seguramente, si las personas prestáramos más atención a nuestra salud mental, el mundo se convertiría en un lugar mejor.

Sin embargo, parece que nos resulta más sencillo ir a un gastroenterólogo o a un reumatólogo que consultar una depresión, un insomnio que no se va, o cualquier problema emocional. ¿Por qué? Parece que confrontar nuestras tristezas, nuestros temores, nuestras culpas, nuestras experiencias traumáticas, resulta mil veces más doloroso que el hecho de que nos metan una sonda para hacernos una endoscopía, una quimioterapia o una soldadura de hueso roto, y por eso, mejor ni hablar de nuestros problemas psicológicos, ni mencionarlos, ni atenderlos cuando se vuelven un problema.

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